(Me alegra saber que te alegro)
Nunca he querido dar tristezas a nadie...aunque sé que lo he hecho.
Vivo siempre procurando sonreir aún cuando a veces sea tan difícil.
Porque sí que es complicado sonreir cuando extrañas.
O cuando miras eso que no logras alcanzar.
O cuando te decepcionas...cuando te decepcionan...sonreir se conviete en hazaña, en una batalla.
Como si los músculos de la cara no respondieran.
Tantas sonrisas que me han regalado en todos lados, tantas persona...y siento que no he logrado pagar esa deuda. Aún debo muchas sonrisas, a todos y a nadie en particular.
Muchas las debo a las personas que más quiero en este mundo.
Otras a las personas que no conozco y con las que me cruzo en la calle.
Incluso a los micreros...quién sabe, quizás si todos nos subieramos a la micro con una sonrisa, recibiriamos una de vuelta.
Porque es demasiado cierto que lo cortés no quita lo valiente, pero a veces es más cómodo olvidarse de eso y hacerse el tonto...y, por cierto, pasar por tal con esa actitud.
La descortesía es el arte de los tontos. Y con toda la vergüenza que me da, debo declararme una aficionada a ese arte. Aunque puedo estar cometiendo una gran falta al llamarle arte y tendría que decir mejor artificio...o artimaña....o artefacto.
Probablemente sea mejor hablar de práctica, y decir que la descotesía la practican los tontos.
Lo importante sería dejar de practicarla..dejar de usarla. Y dejar de ser tontos.
Que yo deje de practicarla y deje de ser tonta; para poder regalar más sonrisas, que son_risas que pueden alegrar a alguien. Porque ese sí es un arte: lograr una sonrisa en el otro, dibujar alegría en una cara.
Me propongo sonreír más mañana. Y creerme la dibujante que sé que puedo ser.
Así, quizás logre pagar mi deuda.