05 julio, 2008

la extraña

Abrí los ojos de a poco gracias a la luz de las 11 de la mañana. Aunque ya era un lugar común, seguía siendo un lugar extraño; esa ventana, las cortinas, otro techo, otros muros…la lámpara de papel globo anaranjada que me gustaba. Creo que siempre desperté primero, en silencio y desorientada, un tanto perdida en la sensación de estar equivocada, en el lugar equivocado. Quieta, tuve tiempo de mirar todo, de memorizar las piezas de ese espacio tan poco mío y tan distinto. Tiempo de preguntarme tantas veces, quizás todas las veces, por qué tenía frío en una cama como esa....

Repasé meticulosamente la noche anterior…vaya…tantas cosas que no dije, tantas cosas que no hice… tantos gestos tan míos anulados por esa desconfianza que no me dejó ser realmente yo. Me sentí un poco tonta y me sentí atada, confundida y ofuscada sin saber si moverme o quedarme inmóvil. Quería salir de ahí rápido, invisible, ingrávida, flotando hasta la puerta, el ascensor, la calle. O quería quedarme ahí y moverme, hacer ruido, preguntar por qué, qué pasa, qué es esto. Pero no logré decidirme, no logré concentrarme, no logré volver a ser yo, la conflictiva, la que no acepta la indiferencia, la que no tolera la estupidez, la que no se queda callada si no está de acuerdo. Y no logré tampoco levitar y volar lejos de ahí. No logré escaparme de ese, mi propio episodio de la dimensión desconocida en donde todo parecía tan posible y tan absurdo en partes iguales. Miré todo una vez más, memoricé lo que faltaba. Jugué a acariciar cada centímetro, a perforar las paredes, a ver lo que había adentro. Soñé un rato que podía llegar al centro, a ese corazón rodeado por todas las rejas del mundo y un campo minado y un foso con cocodrilos…que podía saltar, correr y pasar ilesa, tocarlo. Y desperté luego con la seguridad de no tener la energía para pelear esa guerra, con el dolor punzante de la impotencia y el cansancio que deja la frustración.

Entonces, derrotada, cerré los ojos para dormir un rato más, descansar de mi fantasía épica. Seguramente, el inminente sol de las 12 iba a despertarme otra vez…