03 septiembre, 2007

locura

Sinceramente creo que, si existiera un tratamiento para mi locura, no lo tomaría.
No es un cuadro sofisticado, de esos que tienen nombres complicados y crisis cada cierta cantidad de meses; es sólo un cuadro, un collage recortado y pegoteado de todas las páginas que he leído, que me he saltado, que me he dormido o que sólo he ojeado. Porque cada deriva que he elegido ha dejado un boleto para agregarlo a la composición…cada alegría padecida y cada angustia digerida han marcado una suerte de grilla completamente irregular y caótica para que yo pueda colgar todas las imágenes registradas. Porque desde las calles literarias de Macondo, las avenidas de Buenos Aires, los delfines en Bahamas, las olas de Algarrobo y las luces de Arica hasta esos ojos claros, usas manos llenas de arte, esa sonrisa cálida y esa voz profunda, todo se ha quedado; toda la bestialidad que se ha asomado en tanto y con tantos, los errores, los fracasos, las estupideces y las vergüenzas, también han dejado algo importante, que al final y con el tiempo, también he disfrutado.
Y si es esa mi locura, que nadie se atreva a tratar de arrancarla.
Porque ahí resguardo los recuerdos más lindos que tengo y saco la fuerza para seguir tratando cuando me dan ganas de mandar todo a la mierda.
Porque así me puedo reír de mi misma y jugar con ironía o con fuego o con barro, dependiendo de lo que tenga más a mano…y tirar prejuicios e inventar otros nuevos para seguir vagando por todos lados y seguir buscando y seguir jugando.
Y porque los locos, igual que los tontos, podemos ser realmente felices.

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